lunes, 16 de junio de 2008

¡Viva la Feria!

¡Viva la Feria!, como dicen por el sur cuando hay feria, sin más motivo que la proclamación del jolgorio, por ver si así perdura. Allí estuvimos, Juanjo y yo, con Pepo en la foto, y esa camiseta que es todo un poema, los tropecientos años ya de Bartleby, que no quería escribir, sacando libros de poesía, que nadie parece querer leer pero ahí están. Un hurra por Pepo y su proyecto, ilusionado e ilusionante, en el que he tenido el privilegio de participar con mi primer libro (recién salidito otra vez como si fuera ayer aquel 2002) y una traducción a pachas con Juanjo de la Charo, Sharon Olds para los puristas. De repente echamos la vista atrás, cuando el catálogo de Bartleby lo componían unos cuantos poetas entusiastas, y vemos Kapucinskys (pido perdón si está mal escrito), Gamonedas, Sharon Olds, Haroldo Contis, Sylvia Plath y tantos que vendrán, allí dispuestos en la caseta como para un festín, con esos colores tan característicos. Vendió más Juanjo que se llevó a las chicas de calle con su look a lo Montgomery Cliff pero lo pasamos todos bien entre la luz, los árboles, los niños, los escotes, ¡viva la Feria!
¡Y muchos éxitos para Bartleby Editores!

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A principios de julio de 2006 salí de Madrid rumbo a Mongolia. Iba a pasar tres semanas observando al último caballo salvaje del planeta (Equus Przewalski Poliakov, takhi para los mongoles), reintroducido con éxito en el Parque Nacional de Hustai, a unos cien kilómetros al suroeste de Ulan Bator. Llevaba en la mochila tres libros. El primero, El arco y la lira, de Octavio Paz. El segundo, la obra ensayística de R. W. Emerson. El tercero, escrito en un cuaderno con tapas de damasquino aún sin estrenar, comprado el verano anterior en Capadocia —literalmente, «la tierra de los caballos bonitos»—, acabó siendo este libro. [CJA]