jueves, 10 de abril de 2008

La decadencia meridional

"¡Italia es un desaparecido! En 50 años no ha existido arquitectura, la precariedad de la inteligencia se ha hecho norma, las mammas siguen siendo grandes castradoras, los profesores ganan menos que los obreros, nadie respeta la escuela, y hay que defender a los profesores de los idiotas de los padres. No es posible refundar el país, porque la decadencia no es económica, es moral y se emite a todas horas por televisión. Hemos sido vencidos por la vulgaridad. Moriremos elegantes, vestidos a la última moda, vulgares, vacíos e idiotizados por dentro".
Es tan bueno que dan ganas de dejarlo ahí. Ni siquiera tengo etiqueta para esta entrada. ¿Paisaje? ¿Literatura? ¿Medio ambiente? Es la intervención final del fotógrafo italiano Oliviero Toscani en una entrevista con El País de hoy, y alude al estado en el que ve, con esos ojos incisivos y provocadores de fotógrafo, la realidad de su país. Unos párrafos antes ha hablado sin embargo de otro país mediterráneo, España, y lo ha definido como un lugar iluminado, una especie de esperanza blanca. Habría mucho que discutir al respecto. Mucho en común con ese diagnóstico transalpino que también se me antoja válido para nuestro país. Al menos en lo de las mammas y los papas. Pero vamos a dejarlo ahí. Retomemos, no obstante, sólo un hilo de la mucha tela que este antiguo fotógrafo de Benetton propone para cortar: "No es posible refundar el país, porque la decadencia no es económica, es moral y se emite a todas horas por televisión". No puedo hablar de la televisión española porque no uso, no tengo tele y hace años que no la veo, pero dudo mucho de que esa valoración de Toscani no sea aplicable también a la televisión española, incluso a la pública, me temo. Y aunque el mal que aqueja a España es económico (el mismo periódico recoge en portada las previsiones del FMI para el futuro de nuestro país: inflación y paro en menos de dos años), ¿tenemos en España algo parecido a una capacidad de regeneración moral? El piropo a Rodríguez Zapatero en palabras de Toscani suena también como una advertencia, un no nos falles como aquél anónimo y espontáneo del 14-M a las puertas de Ferraz, con Ifema lleno de muertos. Que la luz no nos falte.

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A principios de julio de 2006 salí de Madrid rumbo a Mongolia. Iba a pasar tres semanas observando al último caballo salvaje del planeta (Equus Przewalski Poliakov, takhi para los mongoles), reintroducido con éxito en el Parque Nacional de Hustai, a unos cien kilómetros al suroeste de Ulan Bator. Llevaba en la mochila tres libros. El primero, El arco y la lira, de Octavio Paz. El segundo, la obra ensayística de R. W. Emerson. El tercero, escrito en un cuaderno con tapas de damasquino aún sin estrenar, comprado el verano anterior en Capadocia —literalmente, «la tierra de los caballos bonitos»—, acabó siendo este libro. [CJA]