viernes, 18 de enero de 2008

Un caballo llamado Buzo, FitzRoy y su decálogo de bautizos







La Laguna del Salto es un depósito glacial a los pies de la cara norte de los Dientes de Navarino, separada de ellos por varias estribaciones picudas, puntas gigantes que se erizan como el cuarzo. Bajo la mole imponente de estos picos el agua cae en cascadas, forma lagunas y torrenteras. Pasan nubes cargadas de aguanieve al otro lado del Beagle. El viento cambia constantemente y hace bailar el fuego que Pato ha encendido. Como el viento, la meteorología, y se pueden dar las cuatro estaciones en una sola jornada, o eso les gusta decir a los fueguinos. Salimos esta mañana temprano. Se sube de Puerto Williams por un bosque tupido de lenga y cohiué. Poco a poco se va ganando altura y damos con un mirador desde el que tenemos una vista privilegiada al norte, a espaldas de P. Williams, y a vista de pájaro sobre el Beagle. El privilegio de esa mirada me lo concede también Pato cuando me cuenta cosas de por estos andurriales: la despreocupación general de las autoridades, civiles y militares, por sacar a la ciudad de este letargo patagónico en el que se encuentra, con escasez de productos en las tiendas y suciedad en las calles. Pato ha representado al pueblo yagán en variaos congresos internacionales y conoce bien sus problemas. Yo creo que sería un buen alcalde, capaz de unir en un único munícipe la preocupación por unos y otros. Tal como están las cosas, cada dos años los marinos son trasladados, y la comunidad sufre la inevitable falta de compromiso que lleva acarreada esa transitoriedad. Damos vista a los Dientes y la Laguna Corazón bajo el cerro Róbalo, que es también el nombre de un pez y quizá por eso se llamó así a este monte, otro hocico veteado de blanco, alejado del circo de los Dientes de Navarino, menos escarpado que ellos, pero no menos imponente. Pato me cuenta cosas de su vida: que su padre murió al quemarse la casa en la que dormía, que sus mismos hijos ya han salido del pueblo. Me impresiona la historia de Buzo, un caballo al que perdió cuando lo castraron. Al parecer, Buzo seducía y montaba a las yeguas delante de la municipalidad y eso está penado aquí. Pato pensó que pagando al castrador se ahorraba las multas, pero Buzo, así llamado porque de potrillo nadó entre una isla y otra, murió tras la operación. Muchos caballos son también baguales, como los corderos que Pato tenía que venir a buscar, me cuenta, a estas lagunas de pequeño. Es sorprendente la facilidad con la que esta tierra reclama para sí a todo tipo de animales domésticos Algo habrá de feraz aquí que no supo ver Darwin. Arrecia el vendaval junto a nuestras precarias tiendas y pido a las montañas que algo del mundo bagual me dé fuerza esta noche cuando sople el baile intermitente de los cuatro vientos. Finalmente, un comentario de Pato sobre los nombres de estos parajes me lleva a las instrucciones que recibe el capitán FitzRoy del Almirantazgo inglés en la segunda expedición del Beagle: ordenan expresamente que sus hombres se abstengan de bautizar lugares recién descubiertos con nombres de novias, amigos, etc., todo un decálogo de decoro para el descubridor y el cartógrafo. Unas instrucciones parecidas tenía que haber recibido el guía suizo que puso su nombre y su apellido a partes de estas montañas, pasando por alto, uno, que antes de que él las bautizara ya existían, y dos, que les convenía más un nombre yagán en todo caso.

28 de diciembre

1 comentario:

Carlos Jiménez Arribas dijo...

[Por alusiones, cuelgo esta entrada en la que copio el intercambio de mails que, al hilo de su contenido, he tenido recientemente con D. C.:]

Querido Denis:

Gracias por tu mail. Pido perdón si en algún error u omisión te he ofendido. Voy a colgar tu mail en el blog para que todo el mundo interesado pueda verlo. Si quieres, puedes tb. allí intervenir con algún comentario.También podrías, si tuvieras tiempo u ocasión, corregir las imprecisiones que puedas haber observado. Es lo bueno de los blogs, que se puede intervenir.

Van mis disculpas reiteradas y publicas allí donde pueda haberte faltado. No era mi intención.

Saludos de

Carlos.

> Date: Wed, 6 Feb 2008 13:01:16 -0300
> From:
> To: c_jimenez_arribas@hotmail.com
> Subject: Puerto williams
>
> Hola,
>
> soy el suizo al cual usted hace alusion de manera no muy agradable en su
> relato de su viaje a Pto. Williams.
>
> Precisiones:
>
> 1)no he puesto mi nombre a ningun accidente geográfico en Tiera del Fuego, y
> no lo haré jamas.
>
> 2) los yaganes no penetraban nunca hacia tierra adentro, por lo que poner
> nombres yaganes a hitos interiores resulta sin sentido. Para su información,
> estoy preparando un diccionario toponimico-historico del sur de Tierra del
> Fuego, dentro del cual espero poner enfasis sobre lo que logré rescatar de la
> toponomia yaghan.
>
> Imprimi y transmiti al Patricio (buen amigo mio) copia de su relato.
>
> La próxima vez, danse la pena de venir tomar un café en mi casa y de
> despejar las dudas que tiene para evitar escribir cosas erroneas (y no es la
> única en su texto...)
>
> Saludos,
>
> Denis Chevallay

A principios de julio de 2006 salí de Madrid rumbo a Mongolia. Iba a pasar tres semanas observando al último caballo salvaje del planeta (Equus Przewalski Poliakov, takhi para los mongoles), reintroducido con éxito en el Parque Nacional de Hustai, a unos cien kilómetros al suroeste de Ulan Bator. Llevaba en la mochila tres libros. El primero, El arco y la lira, de Octavio Paz. El segundo, la obra ensayística de R. W. Emerson. El tercero, escrito en un cuaderno con tapas de damasquino aún sin estrenar, comprado el verano anterior en Capadocia —literalmente, «la tierra de los caballos bonitos»—, acabó siendo este libro. [CJA]