martes, 26 de febrero de 2008

Lectura de poemas y presentación de mi segundo libro






En una secuencia de la película Thelma y Louise, una le dice a la otra, "Arranca". Están en el coche que las ha llevado por esos paisajes tan desérticos y, a la vez, tan entrañables. Detrás, la policía del estado; delante, un precipicio.
Pues bien, en Madrid, muy cerca del precipicio oficial de la ciudad, el Viaducto de la calle Bailén, hay un espacio mágico para las lecturas de poesía, eso que tanto se parece al vértigo. Se llama Arranca Thelma y todos los meses, entre otras muchas actividades, organiza lecturas de poemas. Este mes me han invitado a mí, y aprovecharemos para, entre otros, leer poemas de mi segundo libro, Darwin en la Galápagos, recién publicado.
Allí, con la pasma pisándonos los talones y el aliento gélido de la mediocridad política en la nuca, ensayaremos una nueva parábola sobre el vacío. Estáis todos invitados.
¡Arranca, Thelma, digo Louise, es igual, seas quien seas, tú arranca!

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Una semana después, celebro la lectura, en la que estuve nervioso pero contento, esperando que los que fueron lo pasaran bien.
La foto de arriba es de esa noche. Vino tanta gente que los del Arranca tuvieron que habilitar una cabina de lectura en la calle Bailén. La peña que hacía cola en los garitos se acabó apuntando y terminamos todos cantando por Manzanita-Lorca, Verde que te quiero verde..., con caballos y pájaros. ¡Quién dijo que eran malos tiempos para la lírica!

6 comentarios:

María dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Enhorabuena, una gran lectura.

Raquel

Anónimo dijo...

Estimado Carlos:

Al final ayer pude acercarme a su lectura-presentación y he de decirle que me gustaron sus pájaros. Sentí tener que marcharme antes incluso de que diera inicio a esa segunda parte de su lestura porque mi mujer se puso mala y mi hija Laura estaba de viaje con unas amigas del instituto. Fadanelli me llamó después por teléfono y me contó que el vino estuvo bien, las preguntas acertadas (aunque hubo cierta dispersión en algunos momentos) y su lectura mejor en la segunda parte que yo me perdí. Solamente me dio tiempo a escuchar los de su "Manual de supervivencia". Escribir sobre la pérdida, amigo Carlos, es un necesidad. Yo perdí a mi padre en 1993 y sé a qué se referían sus versos. Fue una pena, repito, porque "Darwin..." me parece un libro valiente que versifica la prosa y narra la realidad líricamente (permítame descartar aquí a aquellos poetas que presumen de sentarse a provocar la escritura en lugar de esperar a que llegue con la fuerza de un pájaro en vuelo; estos no son poetas, sino imitadores de la poesía).

Ánimo y mucha suerte con todo.

Hugo J. Platz

Carlos Jiménez Arribas dijo...

Muchas gracias, Raquel. Hacía mucho que no leía y estuve un poco nervioso (y eso quizá se tradujo en excesivo énfasis). Pero es un sitio y un público muy especial y yo estuve encantado.

Carlos Jiménez Arribas dijo...

Me hubiera gustado conocerle, amigo Hugo. Le agradezco su presencia en cualquier caso y me alegro de que le gustara esa primera parte en la que estuve más nervioso y de la que me siento más distante. Sí que es cierto que estoy más identificado ahora con el segundo libro, por lo que la lectura puede que fluyera un poco más. Los vinos astringentes tienen su aquel, su forma peculiar de acariciarnos. Como la prosa, metrificada o no. Muchas y nuevas gracias, Hugo, a usted y a Fadanelli, y abrazos.

A principios de julio de 2006 salí de Madrid rumbo a Mongolia. Iba a pasar tres semanas observando al último caballo salvaje del planeta (Equus Przewalski Poliakov, takhi para los mongoles), reintroducido con éxito en el Parque Nacional de Hustai, a unos cien kilómetros al suroeste de Ulan Bator. Llevaba en la mochila tres libros. El primero, El arco y la lira, de Octavio Paz. El segundo, la obra ensayística de R. W. Emerson. El tercero, escrito en un cuaderno con tapas de damasquino aún sin estrenar, comprado el verano anterior en Capadocia —literalmente, «la tierra de los caballos bonitos»—, acabó siendo este libro. [CJA]