domingo, 27 de abril de 2008

Grecia y Jerusalén

Una semana sin escribir y hoy de repente tres entradas. Esto es así. Es que estoy escuchando Juego de espejos, el programa de Luis Suñén en Radio 2, y unas palabras del entrevistado, el filósofo Reyes Mate, me mueven a escribir. Contrapone Grecia a Jerusalén, y aunque es una entrevista y no un ensayo, es decir, son necesarias y comprensibles ciertas generalaciones, hay algo con lo que no estoy de acuerdo. Reyes Mate se ha especializado en la filosofía de Occidente tras el Holocausto, y su emepeño y afán merecen elogio. Pero en esta entrevista afirma que la filosofía del progreso (y desde este blog he cuestionado en más de una ocasión el sacrosanto progreso) es una especie de culminación de la filosofía griega a través de la Ilustración, como si hubiera una línea continua e ininterrumpida entre Platón y Voltaire. Es muy recomendabe la lectura de Unidad de la experiencia filosófica, de Etienne Gilson, libro en el que se pone de manifiesto cómo esa línea continua no es tal. La Ilustración culmina un camino que no empieza en Grecia, un atajo que de hecho niega Grecia y tira por tierra muchos de sus preceptos. Por otra parte, la defensa de la memoria y la cultura de la víctima (eso que Reyes Mate atribuye a lo judaico), sí es susceptible de una lectura atenta con el trasfondo de a la virilidad, la solidez y la pujanza del ser que descubre para nosotros por primera vez la filosofía griega. El Angelus Novus, al que ya he aludido en este blog, es definido por Walter Benjamin, al que también ha aludido Reyes Mate en esta entrevista, como un sujeto que sólo ve los escombros que deja a su paso la Historia, es decir el Progreso. Pero ese enfangamiento de la memoria en el pasado, con la confianza ciega en un futuro mesiánico y porvenir, esa cultura de la víctima (y nadie niega el horror del Holocausto) ha hecho mucho daño al ser, uno de los logros mayores de la filosofía griega. Un ser, por cierto, también atacado por la Ilustración y su hijo bastardo, el delirio jacobino. Puede parecer una contradicción, pero yo creo que Nietzsche, a quien precisamente alude en este mismo instante Reyes Mate en la radio, su Anticristo más concretamente, es un antídoto necesario contra tanta victimización. Compatible con Grecia, compatible con la condena absoluta del Holocausto. Compatible con el ser, atacado a lo largo de la Historia desde tantos frentes. No sólo desde la Ilustración.

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A principios de julio de 2006 salí de Madrid rumbo a Mongolia. Iba a pasar tres semanas observando al último caballo salvaje del planeta (Equus Przewalski Poliakov, takhi para los mongoles), reintroducido con éxito en el Parque Nacional de Hustai, a unos cien kilómetros al suroeste de Ulan Bator. Llevaba en la mochila tres libros. El primero, El arco y la lira, de Octavio Paz. El segundo, la obra ensayística de R. W. Emerson. El tercero, escrito en un cuaderno con tapas de damasquino aún sin estrenar, comprado el verano anterior en Capadocia —literalmente, «la tierra de los caballos bonitos»—, acabó siendo este libro. [CJA]